¿Por qué constantemente buscamos una pulcritud en el hacer? Pretendemos la perfección, que responda a una coherencia absoluta, pero si nos hemos cuestionado tantas cosas, ¿por qué no nos preguntamos también por los criterios que definen la perfección? O, yendo más lejos aún, ¿de dónde surge la idea de que exista la perfección?

No he venido aquí a dar respuestas. Obtengo algunas con un sentido práctico para mantenerme más o menos en pie, pero estas tan abstractas se me escapan. El problema de las ideas abstractas es que aun así determinan nuestras acciones o cómo nos sentimos con respecto a nosotrxs mismxs, y van configurando la manera en que nos vemos y vemos nuestro entorno, y también cómo nos relacionamos internamente y con los demás. Pero lo bueno de las grietas es que son un espacio donde podemos ir mudando -o permitir que vaya mudando por sí misma- esa configuración, esa estructura, que se vuelve entonces flexible. Más nos conviene ser agua que alambre.

¿Y la coherencia? La coherencia entre el pensar y el hacer, el decir, el sentir… Si en mi proceso de desalienación (quisiera encontrar una palabra más sencilla y huir de tecnicismos), comprendí que internet no es una herramienta inocua que dependa tan solo del uso que se le dé, ¿por qué vuelvo a estar aquí? Me justifico diciéndome que al menos no estoy tuiteando ni contribuyendo a expandir esta nueva droga del escroleo (¿se dice así?). Además, ya desperté de la absurda necesidad de hacer pedagogía. ¿Por qué estoy entonces aquí?, insisto. No lo sé. Otra incoherencia más, otra contradicción más. Solo sé que quiero decir sin que mis palabras caigan en un abismo. Quizás no es el formato, quizás no es la manera.

Sí, es otra grieta, que tal vez dé lugar a la creación de un nuevo cauce, a la destrucción de viejas quimeras. O tal vez no sea nada, pero ¿no es mejor la nada que la idea de perfección?